martes, 24 de junio de 2003

Especulación sobre un film que no he visto

No he visto aún The Hulk -espero poder hacerlo dentro de unos días, cuando en BA tenga un poco de paz- pero intuyo, mientras leo las críticas de los diarios estadounidenses, que la versión de Ang Lee es otra víctima del impulso por llevar comics al cine.

Todo pareciera indicar que hay una gran afinidad entre estas dos disciplinas. Al fin y al cabo, nacieron casi simultáneamente; de alguna manera, se podría decir que el cómic es cine fantástico de bajísimo presupuesto, hecho por desgraciados sin la fortuna de contar con una fortuna que les permita dar movimiento y sonido a sus sueños.

Sin embargo, no recuerdo casi ninguna versión fílmica de cómic que haya sido bien recibida por la crítica.

Habiendo sido un consumidor compulsivo de cómics durante mi infancia -consumidor de bajo presupuesto, claro-, tengo la impresión de que la afinidad entre estas disciplinas no es tanta. Y que lo que muchos ven como intentos fallidos no son sino éxitos en la traslación de un género artístico que no tiene mucho para aportar cuando recibe el don de la animación.

Superada la infancia, esa época en la que todas las historias son cautivantes, el verdadero atractivo de los héroes de comic para un adulto reside en el personaje, en su descripción y en su núcleo dramático básico, no en las aventuras que vive. Esto hace que cualquier desplazamiento de estos héroes al cine, donde los eventos son importantísimos, parezca fallido. Como las parábolas cristianas, hay que percibirlas "as is", sin mayor interpretación. De hecho, las historietas de la Marvel son más divertidas cuando uno las recuerda que cuando las vuelve a leer: sobredialogadas, discursivas, atrapadas en un sistema de secuencias irresueltas encadenadas y con una tendencia espiralada al absurdo, apenas disimulan debajo de todo esto que son solo un montón de agarradas a piñas entre personajes bizarros con algunas aplicaciones de tecnología sesentista extraída de las páginas de "Lo sé todo".

Esta dicotomía entre el personaje y sus historias ya está claro en la historietas. La celebrada capacidad de Stan Lee para inyectar problemas de la "vida real" -los problemas estudiantiles de Peter Parker, las enfermedades de Iron Man, la angustia de Hulk- en sus comics parece detenerse en la definición misma del personaje. Cuando el personaje entra en acción, pasa la mayor parte del tiempo enfrentando a villanos interestelares y poderes supranormales. Esto es muy notable en el Hombre Araña, cuyos superpoderes lo convierten en un buen luchador contra la delincuencia urbana tradicional pero está casi todo el tiempo luchando contra exageradas castas mitológicas.

En mi opinión, una de las películas más exitosas en su adaptación de un cómic es Spawn y es, francamente, insoportable. Es el único que yo haya visto que ha capturado esa narrativa saturada y bizarra de las historietas.

No es fácil ponerse profundo con un cómic en el cine, por no decir imposible. El drama de estos personajes no resiste el movimiento, porque la acción dramática convencional expone demasiado frontalmente la inverosimilitud de los personajes y sus situaciones. ¿El pene de Hulk es verde? ¿Tiene poluciones radiactivas? ¿Por qué no destroza sus pantalones cuando se transforma? La acción congelada del comic excusa estos problemas.

Si un director enfrentara honestamente la tarea de tratar de poner en práctica a un superhéroe creíble en un mundo real con las herramientas expresivas del cine contemporáneo, el género de la obra resultante no sería aventura, sino terror psiquiátrico. Un superhéroe es un desequilibrado tratando de controlar un mundo descontrolado, y su visión de la sociedad se parece más a la de un reaccionario de derecha desatado que a la de un defensor de los desamparados. Si Darren Aronofsky hace finalmente su Batman y logra imbuirlo del espíritu de Pi, quizás tengamos un buen ejemplo de esto que digo, tras lo cual sería una buena idea dejar de hacer films sobre superhéroes.

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